La tienda departamental Liverpool me condenó a seguir transportándome en microbuses y a pagar taxis o dormir en casas ajenas luego de las fiestas, al no premiarme con el automóvil que rifó con motivo del día del padre.
Pese a que gasté más de media quincena de junio en ropa para mí y mi mamá, he ahí el detalle no adquirí nad apar ami papá, la tienda dió mi ex Astra Sedán F a dos "clientes", quisiera saber cuánto compraron ellos, oriundos de Guadalajara y Monterrey.
Esta decisión unilateral de Liverpool me deja expuesto a los infortunios de viajar en la ruta que va de mi casa, como la riña que presencié ayer camino al trabajo.
Fueron momentos de angustia, jajaja no es para tanto pero alguién debe ponerle el dramatismo, cuando un micro-camión de reciente modelo se le cerró a la unidad en la cual yo viajaba.
En un instante comencé a oír las agresivas palabras de un tipo gordo, pelo teñido de rosa, playera a rayas rojas horizontales para verse como tambo y pantalones debajo de las lonjas, que exigían al conductor de mi unidad pagarle el espejo que le había volteado con un roce.
"Hijo de la chingada, bájate a enderezar mi espejo, vistesssss, vistessss lo que hiciste pendejo", azuzaba al chofer que permanecía sujeto a su volante y petrificado por lo que podría ser miedo, pues se sabía corresponsable en el incidente.
Ahí me tienen a mí con mi traje y mi chaqueta carísima comprada Liverpool, por cierto, mirando como ninguno de los dos choferes tenía "los huevos", dicen ellos, de ponerle fin al asunto, uno soltando su volante y bajarse a golpear al otro y éste muy envalentonado pero incapaz de subir dos escalones para madrearse a su "colega".
La indiferencia de mi chofer sacó el espíritu hooligan, que todo citadino lleva dentro, del obeso pelos rosas lo cual le orilló a romperle el espejo al micro donde yo iba como si con eso fuera a arreglar el suyo. Ya saben, el egoismo y esquizofrenia en su urbana expresión. Un acto de desagravio a ña chilanga.
Parecía que ahí quedaba el agravio pero no. Metros más adelante mi chofer encontró estacioanda una patrulla y detuvo su unidad para pedir auxilio y detener al barbaján de los pelos rosas que venía atrás.
Y qué creen, los policías andaban en todo menos en su lugar, seguro iban por las guajolotas* para aguantar la jornada.
Cuando el chofer hizo su alboroto yo me bajé y sólo miré como la manada de los azules se acercaban para auxiliar al chofer que seguro de victimizó.
Yo tomé otro camión.
Si hoy Liverpool me hubiera confirmado que gané un Astra no me hubiera librado de los microbuseros pero sí por lo menos de tener que estar a su mercé viajando en unidades inservibles y lentas.
O sea, para qué quieren coches en Guadalajara y Monterrey.
P.D. Les debo el post del xenófobo McCain de visita en mis terruños. Debí ponerle un muro integrado por las gordas de mis vecinas, a ver si podría brincar esos monumentales cuerpos.